Tres películas muestran las características del cine que busca mostrar realidades teñidas de una impronta donde los derechos humanos y de las clases más vulnerables son contemplados desde una óptica que permite la reflexión y también el debate.
La patota con dirección de Santiago Mitre es una recreación del film homónimo de Daniel Tinayre que tuvo como protagonista a Mirta Legrand, pero que en este caso tiene una mayor connotación político social, ya que Paulina, encarnada por Dolores Fonzi decide dejar su futuro promisorio como abogada para participar como profesora en un programa de educación en Posadas.
Su padre un importante juez interpretado por Oscar Martínez intenta hacerla desistir pero ella continúa con su proyecto a pesar de haber sido víctima de una violación por Ciro, un lugareño que no concurre a la escuela.
Vemos ante esta situación las distintas miradas frente al hecho: La del novio de Paulina, protagonizado por Esteban Lamothe, que huye al Paraguay para no enfrentar la dolorosa situación, conociendo que Paulina se encuentra embarazada de su violador, la del padre de la muchacha que busca que los victimarios paguen su crimen y hace valer sus influencias con las autoridades locales para lograr su fin y la de Paulina, que no colabora en la investigación e intenta hablar con su agresor. Ella ha decidido tener a su hijo a pesar de las oposiciones de todos sus allegados e incluso de una amiga del lugar, de baja condición social.
Bolishopping de Pablo Stigliani muestra la triste realidad de los talleres clandestinos donde inmigrantes bolivianos vienen a cumplir su sueño de una vida mejor y se encuentran con el trabajo esclavo, la paga escasa y la reclusión en un ambiente precario e insalubre.
La película, que fue filmada hace dos años, cuenta la historia del matrimonio de Mónica y Luis que vienen con su hija Sonia de cinco años. Primero es contratado Luis en una interpretación creíble de Juan Carlos Aduviri y luego Marcos, su patrón encargado del taller, en la magistral actuación de Arturo Goetz, ve con sorpresa que viene con su familia a la que le debe dar alojamiento. La mujer de Luis, Mónica relata las situaciones vividas en una comisaría, lo que condiciona el desenlace del film y permite al espectador descubrir las situaciones que padecen los obreros textiles de Marcos.
Sin embargo tampoco Marcos se muestra en una situación mejor que sus obreros, ya que tiene a su madre hospitalizada y vive en las mismas condiciones de precariedad que aquellos a los que explota. Su vida resulta tan miserable como la de ellos y en el desenlace de la historia lo vemos en un estado de aislamiento emocional desolador.
La obra testimonia de manera verosímil una de las problemáticas que aquejan a nuestra sociedad actual.
Pasaje de vida de Diego Corsini recrea los años 70 en la lucha de la juventud peronista cuando su líder estaba en el exilio. Surge el recuerdo en Miguel, interpretado por Miguel Ángel Solá, que se encuentra recuperándose de una enfermedad neuronal con un gran deterioro y en su comunicación incoherente va revelando a su hijo Mario, que vive desde pequeño en España, algunas situaciones que tienen que ver con su vida.
La película transita por dos historias que en algún momento se interceptan: la vida de Miguel joven encarnado por el Chino Darín, que se enamora de la madre de su hijo, que fue secuestrada por la Dictadura y su viaje al exilio en España con la esposa de su amigo Mario, muerto en un enfrentamiento y la vida de su hijo Mario en España, que tiene que atender a su padre, del que se encuentra afectivamente alejado y en el que empieza a descubrir mediante un libro, que le fue dedicado a una persona diferente, llena de ideales.
Con muy buenas actuaciones y una excelente recreación de época, el film muestra el destino de muchos jóvenes de la década del 70 en un mundo convulsionado por la violencia y la intolerancia de ideologías diferentes.
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